Han pasado ya seis meses desde que Baby Sam llegó a nuestra casa, y todavía recuerdo como si fuera ayer, su mirada tierna de aquel 18 de julio, que fue el primer día de su vida.
Como todos los que llegan, Sam fue y es una bendición para todos los que vivimos en la casa de acogida en Uganda. Es un regalo.
Sam no estaría vivo si no fuera porque el vecino del barrio donde su madre le abandonó le sacó de la bolsa de basura, pero tampoco lo estaría si no fuera por vuestra ayuda. Los que nos estáis leyendo, colaboráis, de una u otra forma, para que el destino injusto de niños en países africanos, en nuestro caso, Uganda, giren 360º y apunten, de pronto, hacia el final feliz.
Sam en su primera semana de edad, cuando pesaba 2 kg
Feliz es nuestro baby Samu: 6 meses de amor, cuidados, mimos, leche rica, 5 aunties, 37 hermanos y hermanas que le adoran, y voluntarios dispuestos a acunarle cuando y dónde quiera. Sam es un bebé bueno, solo llora cuando tiene hambre, y se porta muy bien. Es como si no quisiera nunca molestar y estuviera agradecido de estar vivito y coleando.
Con Sam acogemos en Malayaka House a 38 niños. Salvo Malayaka, con la que empezó este bonito sueño, ha sido el único que ha llegado recién nacido. Es nuestro bebé y le queremos tanto tanto tanto como si hubiéramos decidido, entre todos, traerle al mundo.
No tiene madre ni padre, pero tiene una gran familia. Y tener una familia permite al ser humano arraigarse en este mundo, tener un lugar, un hogar, una identidad, una pertenencia. Sam tiene una tribu: Malayaka House.
A Sam le espera un futuro lleno de oportunidades: no le faltará comida, ni atención médica cuando se ponga malito, irá al cole a aprender mucho, ayudará en casa con la granja y el huerto, jugará hasta decir basta, y de mayor, si hay suerte, irá a la Uni como su hermana mayor, Viola. Y con más suerte aún, será un hombre de gran corazón que respetará a sus conciudadanos.
Sam hoy, a sus 6 mesecitos
Este futuro prometedor es para Sam gracias a que hay gente buena en el mundo. Gracias a no solo adultos, si no a niños, como Kamy, que piden a Papa Noël y a los Reyes Magos que se acuerden de los niños de Malayaka House y traigan regalos también para ellos. Son estos niños y niñas los que cambian y seguirán cambiando el futuro de niños como los nuestros, que no tienen padres ni madres, ni reyes magos que se ocupen de ellos, pero sí amiguitos en España que están siendo educados en los buenos valores y en la solidaridad. No encuentro que haya nada más bonito que esto.
Felicidades Baby Sam, algún día entenderás que tener gente que te quiere, en Uganda, y fuera de Uganda, es lo importante de esta vida y lo que llena el corazón.
I love you, baby boy!
Auntie Bea