EXPERIENCIA de nuestros PADRINOS en UGANDA

A finales del pasado mes de marzo recibimos una visita muy especial: Paco, Cristina, Santi y Quique. Todos ellos son padrinos de Malayaka House desde hace años que vinieron a Uganda a conocer nuestra casa de acogida y los proyectos que llevamos a cabo, pero también para hacer un safari organizado por «Malayaka House Safaris», nuestra, por ahora pequeña y pionera empresa socia, que ya os hemos contado pusimos en marcha como micro negocio y para enseñar a nuestros niños más mayores un oficio relacionado con un sector en auge en Uganda: el turismo de safaris.

Durante 9 días hemos visitado los principales parques nacionales en Uganda y disfrutado de maravillosos paisajes y avistado numerosos animales – elefantes, jirafas, leones, leopardos, hipopótamos, chimpancés, y un sinfín de especies distintas de antílopes y pájaros, además de conocer la realidad ugandesa realizando visitas a otros proyectos, paseos por comunidades locales y interactuando con sus gentes.

Le hemos pedido a uno de estos padrinos, Paco Marín, que escribiera una entrada con su testimonio. Aquí os la dejamos:

>Hace varios años que soy Padrino de MALAYAKA HOUSE. Estoy ligado a tan meritoria actividad por razones tan simples y evidentes como haber visto nacer a Beatriz Gutiérrez, una de sus más afanadas impulsoras. He tardado mucho tiempo en cumplir un deseo natural cuando te embarcas en uno de estos proyectos: visitar la realidad, verificar si tus apreciaciones coinciden con las realidades.

Pues bien, hace unos días que pude realizar mi deseo. Sí, he estado en MALAYAKA, en Entebbe (Uganda) durante un par de semanas y me he traído de vuelta un enorme bagaje de sensaciones, conflictos, ilusiones, compromisos, y también unas firmes ganas de volver. Podría contar cosas del país, de la ciudad, de sus habitantes, de sus raíces tribales, de su forma muy diferente de ver el mundo, pero no lo voy a hacer; me voy a centrar en MALAYAKA HOUSE. Se trata de un proyecto desarrollado por un grupo de voluntarios, que en estos momentos acoge a 40 niñas y niños huérfanos, que les van llegando, y se hacen cargo de su alimentación, de llevarlos a las mejores escuelas del entorno, de procurarles asistencia sanitaria y todo lo que conlleva su mantenimiento y cuidados. Se han dotado de la estructura burocrática mínima imprescindible para asegurar un correcto funcionamiento, y se sostienen con las aportaciones de “Padrinos” particulares que hemos confiado en su empeño. 

Lo primero que se te ocurre, cuando quieres describir algo parecido a esto, es buscar los adjetivos que definen lo que has vivido. Todos son mayúsculos, llamativos; y abrumado por su cantidad, he decidido enfocarlo de otra manera: contar por qué merece la pena apoyar a esta obra de “orates cuerdos”.

Desde el primer momento, merece la pena ver como un conjunto de “locos bajitos”, como llamaba Serrat a los niños, son felices en ese recinto amurallado con chapas de latón, rodeado de verde vegetación, lleno de animales domésticos, piscinas de peces para su alimentación y huertos a medio cuidar.

Merece la pena comprobar que el modelo del proyecto – educar para poder ser el día de mañana útiles a su sociedad – se cumple con la increíble rutina de cada día, que se termina cuando toca ir a la cama y verificas como esos críos lo celebran con un alboroto propio de gente feliz, con energías renovadas por la ilusión de que el día siguiente amanecerá de nuevo sin grandes turbulencias.

Merece la pena certificar que el objetivo de este proyecto pone el foco en ayudar a la infancia, minimizando otros gastos, posiblemente justificables, pero sin duda alguna secundarios cuando tienes el lujo de poder contar con un pequeño grupo de gente joven –y menos joven- al frente de la aventura, con Bea y Robert a la cabeza.

Merece la pena compartir el estilo de convivencia que existen entre los protagonistas de MALAYAKA, desde el pequeño Sam, hasta la madura Viola, pasando por mis entrañables Patu, Dani, Alex, Bebo y una larga lista de primeras figuras de un reparto de carne y hueso que me han hecho sentir distinto durante unos pocos días. Compartir, apoyar, colaborar, obedecer, respetar y reír; esos son rasgos que en primera persona he visto reiteradamente en este equipo de gentes tan destacables.

Por último, merece la pena llamar la atención de todos los que ya estamos, de alguna forma, comprometidos con el proyecto, sobre la necesidad de extender su mensaje, de hacerlo llegar a otras gentes de nuestro entorno, para que apoyen su esfuerzo. Doblar el número de “Padrinos” está en nuestra mano, pero exige compromiso y convicción. Todos sabemos que los deplorables casos de corrupción y abusos, que salieron a la luz recientemente, han generado mucha desconfianza, pero es tremendamente injusto que pueda afectar al hacer voluntario y entregado de las buenas gentes que aún existen en este planeta. Os animo, te animo, a no caer en ese mensaje corrosivo: MALAYAKA HOUSE es el buen ejemplo de cómo, con muchos pocos, se pueden hacer grandes cosas, en el estricto beneficio de seres tan frágiles y pequeños.

Paco Marín

Padrino de Malayaka House

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¡GRACIAS POR VUESTRA VISITA, OS ESPERAMOS DE VUELTA PRONTO!

Beatriz Gutierrez

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